martes, 27 de octubre de 2009

Ch-ch-ch-ch-changes...

Hay veces que me centro tanto en los cambios que está pegando mi vida que me olvido en los de las personas que están a mi alrededor. Sin ir más lejos, hoy al llegar a casa he pasado por delante del cuarto de mi hermana pequeña y, al mirar hacia el interior distraidamente, encontré algo que me desconcertó bastante. Es decir, sabía que mi hermana había comprado un corcho para su cuarto algunos días antes, pero no me había parado a pensar lo que tenía pensado colocar ahí.
Y, de pronto, me encuentro cara a cara con Selena Gómez, Hannah Montana y un conjunto de los niños guapete-modernetes de la plantilla actual de Disney Channel.

Lo primero que pensé al ver esas fotos colgadas del corcho fue en esa niña que no hace tanto tiempo jugaba con la cocina de juguete o jugaba al colegio con sus muñecas. La cocina sigue ahí, en un rincón, cogiendo polvo junto a las muñecas.
Y mientras seguía ahí parado, mirando el corcho como un idiota, recordé una conversación que el domingo anterior, al volver del cine, tuve con mi hermana. En dicha conversación, ella me expresaba su opinión sobre como dos de los personajes principales de la misma hubieran sido mucho mejores si hubieran sido interpretados por Orlando Bloom o Brad Pitt. Al preguntarle el motivo, se encogió de hombros y dijo "no se, son guapos".

Una vez pude volver a la realidad, me alejé de la puerta del dormitorio de mi hermana con un creciente miedo ante el descubrimiento de que la niña pequeña ya había desaparecido. La preadolescencia ha comenzado y, con ella, un proceso de crecimiento, en todos los sentidos posibles, que no va a detenerse.
Sólo espero estar a la altura de dicho proceso inevitable.

jueves, 22 de octubre de 2009

Querido Corderito Malloy:

¿Cuántos años hace que nos conocemos? El primer recuerdo que tengo de ti se remonta a la separación de mis padres, la cual, dicho sea de paso, nos afectó bastante a pesar de tener cuatro años y de los esfuerzos desmesurados de cada parte por que no sufriésemos una infancia difícil. También me acompañaste durante gran parte de la educación primaria y me enseñaste que, si algo no se me daba bien a la primera, era mejor que no lo siguiera intentando. quizá esa sea la razón de que no llegara a dárseme bien ningún deporte y que acabara por aborrecerlos todos. Y quizá esa falta de arrojo, esa facilidad para rendirme a la primera de cambio, agravara la situación de acoso escolar más de lo que realmente me gusta admitir.
Ese pasotismo crónico me ha acompañado desde el momento en el que tú empezaste a hacerlo. y el problema no solo era el pasotismo o la falta de iniciativa. Cada vez que te comentaba cualquier problema que me pudiese haber surgido, siempre te ponías en lo peor y empezabas a darle a todo mil vueltas innecesarias hasta que llegabas a deprimirme o hundirme. Casi me vuelves loco.
Tus malos consejos y supuestas ayudas hicieron de mi una persona carente de personalidad que seguía ciegamente a los falsos líderes de turno y aceptaba como verdad absoluta el primer comentario medianamente inteligente. Tú, en tu inmenso egoismo,te ponías a gritar a viva voz para que me fuese imposible escuchar los consejos y advertencias de mi familia, amigos, novia y otros seres queridos para que evitara seguir por ese camino.

Pero todo eso se acabó. Desde hace, por desgracia, no mucho tiempo, he empezado a encontrarme a mi mismo. He empezado a escuchar mis ideas antes que la de los demás. He comenzado a forjar una personalidad propia, con sus gustos, pasiones y motivaciones... Y me encanta.Tengo cientos de ideas de todo tipo en mi mente preparadas para compartir con el mundo. Tengo el apoyo de nuevos amigos y el cariño incondicional de los amigos más antiguos. Ellos me ayudarán a seguir adelante. Se que los necesito. Sin embargo, no creo que a ti vaya a necesitarte nunca más.
No necesito tus agobios y comederos de cabeza. No quiero seguir escuchando a alguien que hace que retroceda tres pasos por cada uno que avanzo, y mucho menos en el momento actual en el que me encuentro. Por eso créeme cuando te digo que me alegra despedirme finalmente de ti. Desde ahora me agobiaré y preocuparé sólo cuando sea necesario y no por norma o costumbre. Por encima de todo, quiero ser feliz con la gente que me importa y, sobre todo, conmigo mismo. Mi verdadero yo. Tengo una vida maravillosa delante de mis ojos y no pienso desaprovecharla.

Tu antiguo compañero de viaje:
Salva.