Hay veces que me centro tanto en los cambios que está pegando mi vida que me olvido en los de las personas que están a mi alrededor. Sin ir más lejos, hoy al llegar a casa he pasado por delante del cuarto de mi hermana pequeña y, al mirar hacia el interior distraidamente, encontré algo que me desconcertó bastante. Es decir, sabía que mi hermana había comprado un corcho para su cuarto algunos días antes, pero no me había parado a pensar lo que tenía pensado colocar ahí.
Y, de pronto, me encuentro cara a cara con Selena Gómez, Hannah Montana y un conjunto de los niños guapete-modernetes de la plantilla actual de Disney Channel.
Lo primero que pensé al ver esas fotos colgadas del corcho fue en esa niña que no hace tanto tiempo jugaba con la cocina de juguete o jugaba al colegio con sus muñecas. La cocina sigue ahí, en un rincón, cogiendo polvo junto a las muñecas.
Y mientras seguía ahí parado, mirando el corcho como un idiota, recordé una conversación que el domingo anterior, al volver del cine, tuve con mi hermana. En dicha conversación, ella me expresaba su opinión sobre como dos de los personajes principales de la misma hubieran sido mucho mejores si hubieran sido interpretados por Orlando Bloom o Brad Pitt. Al preguntarle el motivo, se encogió de hombros y dijo "no se, son guapos".
Una vez pude volver a la realidad, me alejé de la puerta del dormitorio de mi hermana con un creciente miedo ante el descubrimiento de que la niña pequeña ya había desaparecido. La preadolescencia ha comenzado y, con ella, un proceso de crecimiento, en todos los sentidos posibles, que no va a detenerse.
Sólo espero estar a la altura de dicho proceso inevitable.
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